DÍA MUNDIAL DE LA AFASIA

La comunicación oral es un mecanismo fascinante y altamente cualificado, del cual, en este planeta somos, si no los únicos, los más sofisticados. Para llevarlo a cabo contamos con diferentes sistemas trabajando conjuntamente: necesitamos un sistema que recoja los sonidos (audición), un aparato generador de sonidos que produzca esa onda sonora (voz), que otro sistema transformará en fonemas (habla); y hace falta un sistema central que desarrolle los procesos de simbolización relativos a la codificación y decodificación, que etiquete los diferentes conceptos, estructure las ideas e interprete las diferentes situaciones; es decir, un sistema que trabaje como esqueleto de la comunicación, éste sería: el lenguaje.


Este esqueleto es el que se ve afectado cuando una persona padece una afasia.


La afasia no es una enfermedad, es la secuela de un daño cerebral en la corteza (sustancia gris), la parte más externa del encéfalo, la más especializada y la más desarrollada en el ser humano, donde residen la percepción, el pensamiento, el lenguaje, la planificación, la toma de decisiones… todo eso que nos hace humanos. La parte de la corteza que se ha de dañar para que se produzca una afasia han de ser ciertas regiones temporales del hemisferio dominante, generalmente el izquierdo. En la parte más posterior, aproximadamente en la zona en la que está la oreja, están las áreas 22, 39 y 40 de Brodmann, más conocidas como Área de Wernicke, áreas encargadas del análisis y procesamiento de la entrada del lenguaje en el cerebro, es decir, de la comprensión del mismo. Por lo tanto, una lesión en la corteza cerebral a nivel de estas áreas comprometería la comprensión del lenguaje por parte de la persona con afasia. En la parte más anterior del lóbulo temporal, en las áreas 44 y 45 de Brodmann, se encuentra la llamada Área de Broca, encargada del procesamiento en todos los niveles (fonológico, semántico, sintáctico) del lenguaje productivo; es decir, de la expresión misma. La lesión tiene que darse en estas zonas y en una persona que previamente había desarrollado el lenguaje, si no, no podremos hablar de afasia.


Por lo tanto, una persona con afasia tiene afectado su lenguaje (no su habla, ni su audición) y puede afectarle a la comprensión de éste, a su producción o a ambas. El hecho de que cada cerebro sea único y que cada lesión a su vez sea diferente a cualquier otra, hace que sea difícil encontrar dos personas con afasia con idéntica sintomatología. Si bien, existen patrones que nos permiten clasificarlas, sobre todo, según estos dos parámetros comentados: sensorial, si afecta a la comprensión, expresiva si afecta a la producción o global si afecta tanto a la comprensión como a la producción. El hecho de que sea el lenguaje el afectado, hace que sean todas las lenguas o códigos los que se ven afectados: todos los idiomas que domine la persona, tanto el lenguaje oral como el escrito, e incluso sistemas pictográficos o ideográficos.
La restauración de la función perdida es francamente complicada y depende en gran medida del cerebro en cuestión (edad, estimulación previa, estado general de salud, grado de motivación y estado anímico…) y de la propia lesión (tamaño, origen, coma, tipo de lesión, tiempo transcurrido…). Sin embargo, como dijo Hipócrates, no existe daño cerebral demasiado leve para ser ignorado, ni demasiado severo para perder la esperanza. Por lo que, cuanto antes se empiece a trabajar con un logopeda mejor será la evolución y el pronóstico. El trabajo deberá iniciarse con una buena valoración que dibuje un mapa de las capacidades alteradas y preservadas de la persona con afasia; ya que la tarea del logopeda será la de colaborar en la reorganización funcional que se da en el cerebro después del daño recibido. Esto es, que el cerebro, que se pasa la vida entera adaptándose a nuevas realidades, tiene la misión de reorganizarse haciendo que otras regiones diferentes tomen las funciones que la zona lesionada realizaba. Es un trabajo lento, progresivo, repetitivo y costoso, que requiere de mucho apoyo de la familia y red del paciente; y de conocimientos, mucha imaginación y mano izquierda por parte del logopeda.


Los datos epidemiológicos al respecto del daño cerebral y sus consecuencias, en Euskadi, son bastante incompletos; se habla de que al año se producen unos 6000 casos en el territorio, el 85% de ellos por ictus. No hay datos específicos de cuántos de esos casos padecen afasia tras el daño, pero se calcula que más o menos, un tercio de los daños cerebrales afectan al lenguaje en mayor o menor medida.